Grupo de Oracion

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jueves, 26 de enero de 2017

LA TRADICIÓN Y LA PRÁCTICA DE LA MEDITACIÓN CRISTIANA (IV)

Lo que hace cristiana a la meditación es la fe en Jesús. Es cristiana también porque es una tradición histórica y teológica que conduce directamente a la mente de Cristo. Es cristiana porque meditamos en todo el contexto de la oración cristiana y su práctica. Porque meditamos con otros cristianos y porque nos da el poder con el fuego de la fe y el amor que nos capacita para evangelizar. La enseñanza de la meditación en el mundo moderno, por lo tanto, es una forma de evangelización.

La meditación es una práctica sencilla de "oración pura".  No sustituye  a otras formas de oración. Muy al contrario, estas formas se cargan con un nuevo significado y vitalidad. No reemplaza la necesidad de la vida eclesial o el discurso teológico. Se renueva la autocomprensión de la Iglesia y la teología lleva a una nueva agudeza y confianza en sí misma que se relaciona con el mundo secular y científico. En este mundo secular la meditación está bien situada a través de la investigación científica y médica como beneficiosa para nuestra salud física y para el bienestar mental. La puerta está abierta para que reconozcamos esto y apuntar a significados más profundos - a los frutos espirituales que activa la meditación y al significado y la verdad como experiencias, no en conceptos. En la meditación descubrimos el significado de la existencia humana en el proceso de nuestra propia transformación y divinización.

Es simple. Por eso estamos aquí para hablar acerca de los niños y la meditación. Pero son más que los niños quienes se benefician cuando enseñamos a los niños a meditar en esta tradición. Somos nosotros mismos los que recuerdan el poder y la maravilla de la tradición que nos ha formado y a la que pertenecemos. Pero es radical. La meditación cambia la vida de la persona que la practica y de la comunidad en la que se practica. Lo hace a través del silencio en lugar del conflicto, ya que trae el proceso de transformación en el alma y no proyecta hacia el exterior el conflicto. Como resultado de ello, cambia las relaciones entre las personas y redistribuye el poder y el sentido de autoridad. En este sentido la meditación es tan peligrosa y tan liberadora del potencial humano como el evangelio mismo.
He tratado de mostrar brevemente cómo esta simple práctica pertenece a la tradición cristiana y nos ofrece hoy en día una forma de radical sencillez para que esta tradición una vez más sea capaz de hacer frente el mundo en su más profunda crisis con la esperanza, la visión y el amor de Cristo.

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